Los seres humanos siempre hemos considerado los sentidos una puerta de acceso al mundo exterior, a través de los cuales explorábamos nuestro entorno y obteníamos información sobre él, básica para poder velar por nuestra supervivencia. Aristóteles clasificó esos rádares naturales del organismo en cinco: vista, oído, gusto, tacto y olfato. Y a esos, hemos ido añadiendo, recientemente, otros como el sentido del equilibrio, la temperatura, el dolor, la posición corporal y el movimiento.
En el aula lo esencial es la creatividad y el amor que le ponemos a nuestro trabajo, a través de laminas llamativas podemos enseñarle al niño sus posibilidades sensoriales de movimiento con el tiempo y el espacio hay que ser muy creativos para poder llamar el interés del niño.
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